26 mayo 1889
Durante la partida de croquet observo que la mujer de Hauptmann está otra vez embarazada, lo cual me sorprende, ya que en Zurich Gerhart me había dicho que iba a usar preservativos.
1 junio 1889
Al atardecer voy al jardín zoológico. Muchos vestidos bonitos, en los que me agrada especialmente la ausencia de polisones. Y eso que yo mismo fui en su día un ferviente partidario de su uso. No conocía otra cosa. (…)
Hasta las dos en el café Bauer.
Un calor insoportable y un cúmulo de dispersiones de todo tipo me impiden escribir una sola línea desde hace quince días. Por la tarde suelo ir al jardín zoológico, donde me dejo arrastrar por mis pensamientos mecido por el vaivén del gran mundo. (…) Durante los siguientes días me enfrasco en la lectura de temas afines. Una obrita de Helene Lange sobre la educación de las mujeres amenaza con agriarme el humor. Está escrito de una forma clara y sencilla, y contiene mucha información, y su descripción de los internados ingleses despierta en mí un entusiasmo que en este momento me resulta contraproducente.
De vuelta a casa me doy cuenta al atravesar la plaza de La Belle Alliance, de que los bancos están llenos de trabajadores que pasan ahí la noche. ¿Dónde se meterán todos cuando llueve?
Tío Erich (…) me lleva a conocer al pastor Dummrese, un curilla engreído cuya estupidez le impide mantener la conversación más elemental. Tiene una mujer perspicaz, escrutadora, y tan pálida que parece transparente y un hijo de mirada inteligente aunqeu con unos síntomas terribles de escrofulosis. Por su forma de hablar se diría que la creación entera ha sido concebida en torno a él. Sin embargo, su horizonte no abarca más allá del pino que ha plantado delante de su casa y la huerta que lo rodea. (…)
En mi habitación encuentro no poca distracción en la contemplación de una vecina que vive en el piso de abajo.(…) Me parece que debo resultarle odioso a causa de mi curiosidad, sobre todo porque siempre que me asomo a la ventana estoy en mangas de camisa.
Welti está sentado en el escritorio de su novia escribiendo una postal. Las dos damas están en el balbón y yo me encuentro frente a ellas ala lado de la puerta. Trabajan en un bordado muy fino para una caja de pañuelos.
17 junio 1889
Una carta de mamá consigue estropearme el día. Donald está de nuevo camino de Nueva York. Les ha dado un sablazo a Mrs. Fleck, a los Obenander y a los Herald. Mamá ha tenido que pagarlo todo. Bueno, por hoy basta con este tema.
18 junio 1889
He soñado con papá. Después de comer voy a que me tomen las medidas para un traje, operación durante la cual caigo en la más horrible confusión. Me siento como un pobre pescador, intento pasar desapercibido hasta llegar a la puerta, y no me pongo el sombrero hasta que no he salido. Me doy cuenta de que este comportamiento no me resulta precisamente favorable.
Resulta curioso con qué ingenuidad critica Welti el desgraciado noviazgo de Henckell, teniendo en cuenta que él se encuentra en el mismo marasmo, y hundido hasta las cejas. Se lamenta de verse obligado a ganarse el sustento, pero lo hace sin el orgullo de los titanes y sin la rabia, sin el humor de los desesperados. No se queja como un Pegaso bajo la dorada brida, sino como una mula de carga que oyera a lo lejos la Marsellesa.
19 junio 1889
Al terminar con el sastre, tengo la intuición de que alguien me va a visitar en casa. Pienso que probablemente sea Welti con una entrada para el Fígaro. Corro hacia casa tan de prisa como puedo y apenas me concedo unos minutos para recoger en la libreía los Derechos de la mujer.
21 junio 1889
(…) Experimento un sentimiento de satisfacción, que me resulta familiar, ante la perspectiva de hacer de samaritano, y no puedo evitar sonreír.
(…) hojeo con agrado el primer cuaderno de mi diario. La impresión global es que se trata de las experiencias de un psicópata. Si no estuviera convencido de que mi vida espiritual es, en general, muy disciplinada, me asustarían estas anotaciones.
(…) Maldigo mi soledad. Hoy tampoco he intercambiado más de tres palabras con nadie en todo el día. Me propongo firmemente hacerme socio del club literario. Tenqo qeu tratar con gente joven, cuanto más joven, mejor. Welti es muy viejo, diez veces más viejo que yo. En el club podré conocer a gente muy joven.
24 junio 1889
Me obsesiona la idea del matrimonio. La elegida es la más joven de Widmann, de Berna. No la he visto en mi vida. Lo único que sé de ella es que es guapa, alegre, y un poco regordeta. Me la imagino con un vestidito rosa. Pienso en llevar con ella una vida bohemia a caballo entre Berlín y Roma, Roma y Suiza, etcétera. Cuando pienso en nuestro primer hijo me salta el corazón de alegría. Paso por delante de una casa en la que están tocando una pieza de Wagner, y pienso que, sin duda, entenderá de música. No la obligaré a practicar demasiado. Me conformo con que tenga una voz agradable para que podamos cantar a dúo una tonadilla o alguna copla popular en las horas muertas.
25 junio 1889
Para quien no conoce la vida, el arte resulta estéril a la larga. (…) El auténtico gusto por el arte sólo puede provenir del amor a la vida.
29 junio 1889
A mediodía me encuentro con Welti (…) Le recuerdo que una vez en el puente de Maximiliano, en Munich, me dijo que una persona fuerte debía ser capaz de cometer una maldad de vez en cuando.
(…) Nos dirigimos hacia el zoológico mientras sigue perorando sobre lo errado de mis cálculos en cuanto a las relaciones sociales. Confía en que cambie de carácter. Tal y como soy ahora, sólo hago el ridículo en sociedad. He interiorizado los formalismos sociales, pero los exagero continuamente. Le respondo que es cierto que siempre me siento en desventaja frente a cualquier grupo, incluso cuando se trata únicamente de dos personas. Pero que, sin embargo tengo siempre la sensación de poder dominar a cada persona por separado.
1 julio 1889
Me compro el segundo tomo de El Quijote y me voy con él al jardín zoológico. (…) Al observar a los niños, vuelve a llamarme la atención la diferencia que se aprecia entre los aristócratas y los más corrientes. Hay una niña de uno seis años que me llama la atención por su rostro inteligente, su bonita cabeza y la forma comedida en que mueve los pies. En el además con que se queda parada observando a los otros niños hay una actitud aristocrática inconsciente. Tiene a su lado a un hermano menor que parece extraordinariamente estúpido. Su compañera de juegos es una golfilla muy ruidosa, nada fea tampoco, pero sin nada especial en su aspecto. En todo caso hace fal de una maldad tanto mayor. Coge a su amiga por un brazo y la conduce hasta un grupo de niños (…), se la muestra como si fuera un objeto raro y explica que la niña dice dosch en vez de dos. (…) Uno de los dos chicos, que, de hecho, no parece nada tonto, me da la impresión de que un día sobre pasará a todos, tanto a los aristócratas como a los plebeyos. En ese momente aparecen dos chiquillos de unos siete o diez años, muy bien vestidos (…) Los dos llevan flequillo y un corte de pelo horizontal, sobre la cabeza un sombrero de paja con una cinta de raso blanca.
3 julio 1889
La señora Pansegrau me sorprende durante la cena con un comentario sobre la emancipación de la mujer. Ha estado ojeando la Educación de la mujer. Si las mujeres se ponen a leer libros, ¿quién va a remendar entonces los calcetines? La mujer de su Excelencia remienda ella misma los calcetines, a vees se queda hasta altas horas de la noche haciéndolo. Y eso que tiene siete doncellas y dos cirados. y ahíno interviene Su excelencia para nada. La esposa de Su Excelencia le dice a cada cual lo que tiene que hacer y, además, vigila que se haga. (…) Su Excelencia es el ministro de Ecucación von Gessler. Precisamente es de allí, de Pomerania Ulterior, donde la geten es tan estúpida que cree que en Berlín tienen que seguir siendo igual de estúpidos. Y por eso se opone a que las jóvenes se instruya. Cuando le cuento a la señora Pansegrau que en mi ciudad las chicas van a la universidad, responde: Bueno, es que allí viven en apartamentos especiales. Lo niego y me replica: Pues sí, es lo único que nos faltaba, con lo revueltos que están los tiempos.
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